Hay ciertos espacios detenidos en tiempo y espacio
en
los que uno puede sentir que las fronteras físicas se rompen.
Son algo que uno
se inventa para protegerse.
En estos espacios la cercanía es un juego, una
canción, un momento compartido.
Los cuerpos se mezclan y deja de existir un
otro;
los brazos de ellos,
las manos de ellas,
los ojos cerrados,
comunicándose
sin hablar.
Tocar deja de ser tabú,
sentir pesa más que pensar.
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