jueves, 27 de agosto de 2015

Pequeñas grandes cosas cotidianas


Plantar una semillas, verla crecer, hablarle cuando la notás triste, que nazca un tomatito, cosecharlo, comerlo y que esa esfera de 1cm de diámetro sea lo más valioso que comiste en el día. 

Entrar cansado a la ducha y dejarse limpiar por la lluvia, ponerse en el cuerpo de cada gota que cae, recorre y abandona el cuerpo.

La media botella de vino rosado psuedo picado que tengo en la heladera, y los besos que le doy, ultimamente, todas las noches.

Los besos al aire que me tira mi abuela, que se ría cuando alguien se ríe y que aún pueda articular un "yo también te quiero solcita".

Que las peleas terminen con un perdón, un te quiero, sin importar quién empezó.

El sillón que me abraza cuando me siento, me presta su amohadombro cuando estoy triste, y me arrulla en mi descubrimiento de las siestas.

Mis amigas que me escuchan y contienen comiendo ensaladas preparadas en base a la combinación de sus colores.

Los días soledados porque hay sol y dan ganas de salir, andar en bici, caminar, saltar, abrir la puerta para ir a jugar y comerse el mundo.

Los lluviosos porque me pongo mi tapadito rojo, piso charcos, como chocolate sin culpa y miro pelis.

La ventana grande del comedor que me permite ser parte de 1/4 de cuadra de la vida de cada transeúnte.

Los días malos, porque ayudan a reflexionar y a que los días buenos tengan más valor y significado.

Los días buenos, porque son un amigarse, reencontrarse, quererse, permitir ser.




martes, 18 de agosto de 2015

El abrazo

Hay ciertos espacios detenidos en tiempo y espacio 
en los que uno puede sentir que las fronteras físicas se rompen. 
Son algo que uno se inventa para protegerse. 
En estos espacios la cercanía es un juego, una canción, un momento compartido. 
Los cuerpos se mezclan y deja de existir un otro; 
los brazos de ellos, 
las manos de ellas, 
los ojos cerrados, 
comunicándose sin hablar. 
Tocar deja de ser tabú, 
sentir pesa más que pensar.





viernes, 14 de agosto de 2015

Ternura vs amargura


Tienen un par de letras en común, pero solo eso, un par de letras
Qué difícil el camino para volver a ser tierno con uno mismo,
para tenerse paciencia, comprensión y compasión
para no irritarse en cada trastabilleo, en cada duda
en cada mínima decisión o no de la vida.

Es difícil quererse
tal cual como uno es, sin compararse, sin reprenderse
sin mirar el afuera con anhelo y el adentro con ojos cansados y agotados.

Es insufrible vivir en mi cabeza a veces
busco salidas y solo encuentro paredes, sin cerradura, con soledades
Me pierdo fácil y cuando logro encontrar la sonrisa, el placer de las cosas pequeñas,
una piedra, una canción, una lluvia que no para, puede hacer que ese castillo de naipes se desmorone.

No hay solidez, no hay seguridad ni confianza,
en mí, en lo que soy y lo que elijo no ser.
Hay un intentar seguir, salir, hacer, lo que sea, como sea.

Hay cosas más graves, lo sé
y esas cosas graves agravan todo.
La política, el señalar sin hacer, la mezquindad y falta de solidaridad,
todo, todo es un todo.

Y siempre es hoy, y cada día es una nueva lucha, 
solo que ya no tengo fuerza para luchar.
Hoy al menos no.
Estoy cansada y quiero dormir cien años, o al menos 8 horas pero descansar en serio
y no levantarme con los ojos rojos.
Harta de mi y de todo, sobre todo de mi amargura.
Que es un duelo, que el tiempo cura, que es necesario sanar.
Creo en todo eso, lo sé, lo viví, pero cómo cuesta
ser tierno, dulce, con uno y con el resto.

Hace falta una puerta, una cerradura, menos soledad 
y más amor,
por favor.





jueves, 6 de agosto de 2015

Reflexiones matutinas

Jueves, llueve, las gotas se deslizan por el cable hasta que saltan. Truenos, relámpagos, es una lluvia all inclusive. Me dan ganas de faltar al laburo y quedarme en la cama. Pero ya pasó lo peor, vencer el despertador (en realizad que el despertador venza a la pereza), cambiarme, despabilarme. Me encanta desayunar, son diez minutos de reflexión, de asimilación del mundo y del nuevo día que empieza, que se acompañan entre mordiscos de tostadas y sorbos de mate cocido.
Agarro la taza y la abrazo con la mano, está calentita, me pregunto si afuera estará frío, la gente a veces se abriga solo porque "estamos en invierno", o escucha el pronóstico de la tele o la radio. A mi me gusta desayunar en silencio, escuchando la calle (aprovechar que como es temprano, susurra y no grita), abrir las cortinas, mirar la gente que viene y que va y sacar el brazo por la ventana, a modo de termómetro.
A ver?
No, no está tan frío.