Jueves, llueve, las gotas se deslizan por el cable hasta que saltan. Truenos, relámpagos, es una lluvia all inclusive. Me dan ganas de faltar al laburo y quedarme en la cama. Pero ya pasó lo peor, vencer el despertador (en realizad que el despertador venza a la pereza), cambiarme, despabilarme. Me encanta desayunar, son diez minutos de reflexión, de asimilación del mundo y del nuevo día que empieza, que se acompañan entre mordiscos de tostadas y sorbos de mate cocido.
Agarro la taza y la abrazo con la mano, está calentita, me pregunto si afuera estará frío, la gente a veces se abriga solo porque "estamos en invierno", o escucha el pronóstico de la tele o la radio. A mi me gusta desayunar en silencio, escuchando la calle (aprovechar que como es temprano, susurra y no grita), abrir las cortinas, mirar la gente que viene y que va y sacar el brazo por la ventana, a modo de termómetro.
A ver?
No, no está tan frío.
jueves, 6 de agosto de 2015
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