martes, 20 de enero de 2009

z z z



Hay una hora del día, bien temprano a la mañana,
en la que todo parece estar dormido.
Los espejos se olvidan de reflejar, el sol no tiene fuerzas para iluminar,
el viento resopla con modorra y las persianas bajas de los negocios
hacen de la ciudad más insomne, un pueblo fantasma.
Es un paréntesis en el tiempo,
un momento en el que cada partícula se encuentra en suspensión,
los movimientos son aletardados y torpes,
las pocas almas que recorren la ciudad
se miran como dudando de la verdadera existencia del otro,
y todo parece someterse a la quietud y velocidad
del sueño
...