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Nunca nadie vio tantas aves al costado de la ruta 2, como vi yo en el micro a mar del plata. Al principio me pareció curioso, después llamativo y a lo último inverosímil, me crucé con muchas, demasiadas cigüeñas volando sobre la ruta y una espátula rosada paveando en el zanjón paralelo al camino. Pensé en vos.
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Escribo cosas y las borro, no solo en el momento sino días posteriores, quizás hasta este texto desaparezca.
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Sos mi interlocutor tácito, sí, porque a lo largo de este último tiempo fuiste la persona que elegí para mostrarme como soy y compartir mi versión vulnerable. Eras mí mejor amigo (por más que te pese el concepto de amistad en una pareja) y en ocasiones todavía converso con tu recuerdo. Pero escribo para mí, me urge darle entidad a lo que siento, a la angustia que me asalta en un colectivo cualquiera, yendo a la farmacia o sentada en mi sillón. La mayoría de las veces al releerme me autopercibo patética. En este momento seguramente lo sea y no me importa pretender otra cosa.
Lo que no puedo responderme a mí misma es por qué lo publico. Podría seguir escribiendo analógicamente, sabiendo que no te enterarias. Es cobarde publicarlo. Tengo que dejar de pensarte, de escribirte como si siguieras siendo mí confidente, de buscarte con el pensamiento, de querer verte pero no te busque en nuestras fotos porque me destruye vernos sonriendo o a las besos, sino que desbloquee cuentas donde sé que te voy a encontrar, aunque siempre sea en un abrazo con otra persona. Te imagino coqueteando con mujeres, teniendo intimidad con otra gente y me genera tristeza e ira en igual medida, aunque estés en todo tu derecho, aunque yo también lo esté. Estoy empantanada, enredada en tu recuerdo a sabiendas que no tiene sentido insistir. Pienso en tu sonrisa y me desmorono. No sé qué busco al buscarte, aun en silencio. Me cuesta aceptar tu ausencia.
Lo que no puedo responderme a mí misma es por qué lo publico. Podría seguir escribiendo analógicamente, sabiendo que no te enterarias. Es cobarde publicarlo. Tengo que dejar de pensarte, de escribirte como si siguieras siendo mí confidente, de buscarte con el pensamiento, de querer verte pero no te busque en nuestras fotos porque me destruye vernos sonriendo o a las besos, sino que desbloquee cuentas donde sé que te voy a encontrar, aunque siempre sea en un abrazo con otra persona. Te imagino coqueteando con mujeres, teniendo intimidad con otra gente y me genera tristeza e ira en igual medida, aunque estés en todo tu derecho, aunque yo también lo esté. Estoy empantanada, enredada en tu recuerdo a sabiendas que no tiene sentido insistir. Pienso en tu sonrisa y me desmorono. No sé qué busco al buscarte, aun en silencio. Me cuesta aceptar tu ausencia.
Me siento un árbol sin raíz, necesito apuntalarme.
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