lunes, 7 de octubre de 2024

Diario de un duelo: recordar

Hay cosas que no quiero olvidar, las chicas, las cotidianas, las que confirman que estaba enamorada de vos y no de una idea.

Con vos aprendí que pasé toda la vida subestimando a las medias. Para mí un par de medias se podía usar muchas veces (más de las que jamás te voy a confesar), sin embargo vos las usabas una vez, medio día y ya estaban para lavar. En mí casa el lugar natural de las medias siempre fue el piso, pero cuando iba a tu casa vos obstinadamente subías las medias a dónde consideraba que era su lugar natural: la silla. Me acuerdo la curiosidad que me dió cuando descubriste que podías poner el talco adentro de la media y no en la zapatilla como la mayoría de la gente, "para que esté bien seco el pie". Vade retro hongos. Te sacabas las medias en la cama y quedaban perdidas entre el colchón y las sábanas y solo cuando iba a dormir a tu casa, y me movía tanto que terminaba desarmando la sujeción de las sábanas, aparecían. En invierno usas medias dobles y en este último año te compraste una de perritos de globologia muy simpáticas. Creo que admiro eso de vos, que explores cosas sin tanta bajada de línea interna. 

Tu piel es todo un tema. No puedo, no quiero olvidar tu piel. Tenés el cuerpo más suave que jamás acaricié. Todo en vos es suave, tu pelo, tu barba, tu vello. Pero tu piel es más que el tacto, involucra más sentidos, tiene una temperatura, un sabor y un olor que me despierta el deseo. Tocarte, olerte, lamerte, altera mi sistema nervioso, incluso ahora de solo pensarlo.

Amo todo de tu boca. Todo. Ya lo sabés. La forma, el color, la textura, abierta, cerrada, pero sobre todo sonriendo, extraño tu sonrisa y verte contento de verdad. Un día viendo nuestras fotos me di cuenta que ya no sonreias desde adentro sino que parecía que la sonrisa venia desde afuera, para la foto, pero no sé si realmente eras feliz.

Dormís con la almohada sobre la cabeza, no roncas, en el invierno cuando hizo mucho frío dormiste con el gorrito de lana puesto, te gusta usar capucha, aún adentro de tu casa. A veces cuando caminabas arrastraba los pies. 
Tenés una manía con la canilla del baño y nunca puede quedar una mínima gota corriendo (por eso en tu baño siempre hay una ballerina amarilla a mano). 
Limpias todo con bicarbonato y vinagre y a veces lo mezclabas con lavandina y yo te decía que era un peligro químico. Cuando te zarpabas mínimamente con la comida decías "soy el hombre chancho" y te agarrabas la panza y empezabas a pensar en rutinas de ejercicios y en una misma oración podías mezclar pesas rusas con rutinas de animal flow, flexibilidad, win Hoff y yoga. 
Tu primer bodegón preferido fue Angelito, hasta que conocimos la parri de villa crespo y lo desplazamos sin miramientos. Siempre te pedías chinchus y cuando estábamos decidiendo a dónde ir y vos querías carne, achinabas los ojos y fruncias la boca con una forma muy tuya. Nos dábamos la mano para caminar, no recuerdo haber caminado tanto abrazados pero siempre, siempre, íbamos de la mano a todos lados y cuando el otro estaba haciendo algo que requeria de ambas manos, nos buscábamos incansablemente hasta que nos agarrabamos de nuevo. 

Un día por tu barrio bailamos tango en la vereda al lado de un chino mientras un señor tocaba el bandoneón en la puerta de entrada. Alguien nos filmó pero no me anime a pedirle el video. Una salame. Bailabas en todos lados, en cualquier situación y contexto, me gustaba eso de vos pero a veces en algunos lugares me ponía incómoda. 
A tu papá le acaricias la cabeza y le das besos en la pelada. Siempre me dio mucha ternura que hagas eso. De tus amigos se te pegan frases que después se me pegaron a mí y ahora las uso en cualquier momento sin darme cuenta y nadie entiende nada (cuidaaaado). Lees antes de acostarte, no importa la hora o el día. Tenés pilas de libros sin leer y cuando comprabas alguno nuevo, me lo contabas con un poco de culpa. Lees libros rarísimos que te intrigan por el nombre o el tema. Sos curioso, muchas cosas te atrapas y a todas querés conocerlas en profundidad pero no te da el tiempo o la energía para dedicarle el mismo nivel de entrega a todo al mismo tiempo.
Haces pan sin levadura. Cuando te conocí tu fuerte era la pizza casera y la faina, después fueron las hamburguesas. Decías que no eras muy gourmet pero cuando te ponías a cocinar se te ocurrían combinaciones re ingeniosas. A mí me encanta cocinar de a dos y vos te sentías invadido cuando lo hacía, eso me daba pena. Una vez discutimos por la sección de corte de una papa y se me hizo muy claro que necesitábamos reírnos más de nuestras neurosis porque caíamos en la trampa de tomarnos todo demasiado en serio. 

Tenés dedos largos, y te gustan los anillos. Al principio me chocaba, después lo naturalicé (menos el del dedo meñique con forma de sello o una piedra, ese es un montón). Hubo un tiempo que en las fotos te ponías en la pose del colgado, recuerdo una que te saqué en frente de la catedral de la plata. Nunca me dejaste leer las cosas que escribías y yo me moría de ganas. Dormías de mi lado de la cama y nunca lo cuestioné porque me gustaba más tenerte al lado mío que elegir de qué lado tenerte. Al principio cuando te ibas al colegio y yo seguía durmiendo en tu cama me pasaba a tu lado para seguir sintiendo tu calor y tu olor.

No te gustaba jugar a juegos de mesa conmigo y eso me entristecía. Cuando te conocí tocabas la guitarra, era hermoso escucharte y yo flasheaba con cantar mientras vos tocabas pero no sucedió muchas veces. Cuando te tocaba sin que lo veas venir te asustabas y le echabamos la culpa a los fórceps que te agarraron por sorpresa cuando naciste. Tengo una imagen grabada tuya de vos chiquito disfrazado de vaquero, y las historias que me contabas creciendo en el pabellón con los sapos en la zanja. Escribiste algo de eso en tu blog y es un relato precioso. Me gusta como escribís.

Sabes mucho de dinosaurios. No sé cómo guardas tanta información específica en la cabeza. Dibujas muy bien y con un trazo muy libre. Cuando te enojabas era muy difícil llegarte y teníamos mecanismos opuestos para lidiar con lo que nos generaba conflicto. Decías cosas que no querían ser hirientes pero muchas veces lo eran. Yo también lo hacía y seguramente más que vos. De las cosas que me decías, muchas me cayeron la ficha con delay. De varias tenías razón y me da vergüenza ser como a veces soy. Quisiera ser distinta, más liviana, más relajada. Necesito ayuda con eso, y no me refiero solo a terapia, necesito gente que me quiera y me ayude siendo ejemplo de que hay otra forma.

Sos un hombre precioso e increíblemente sensible. Cuando te volví a encontrar me sentía afortunada de tener un tipo como vos que me de bola. No me la creia. Era muy consciente de que eras fachero, seductor y que lo sabías, y eso al principio me despertó inseguridades. 

Fuiste, sos, un gran amor y odio la idea de no haber sabido querernos como lo necesitábamos. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te amo. Me encantó todo lo que escribiste. Siempre fuiste valiente.